Por: - Noviembre 10th, 2013 - 2 Comentarios »

Elegir el nombre, la tarea más compleja de realizar en pareja

Muchas cosas son difíciles en el embarazo, es complicado el primer trimestre, es complicado dormir, cuidarse, comer bien, no preocuparse tanto, estar bien con la pareja, cumplir con la pega, con uno misma, etc. Pero creo que lejos, lo más complejo de todo este proceso es elegir un nombre cuando no hay un “linaje” de nombres en la familia, aunque en mi caso sí la hay, todos se llaman Pedro por algún lado. No obstante, no me pescaron mucho con esta tradición, más bien, me ignoraron completamente.

El asunto es que era diciembre de 2011, yo estaba en la semana 14, no sabíamos que era todavía con certeza pero yo estaba segura que tendría un hombre, desde el día que supe que estaba embarazada sabía que era un hombrecito, pero mi mamá se negaba a la idea y ella dale con que era mujer, por lo mismo, a pesar de la seguridad dejé un espacio a la duda y me planteé el buscar un nombre de mujer por si acaso. Aún así, la lista que comenzamos a armar era predominantemente con nombres masculinos.

La famosa lista era imaginaria, todas las noches, antes de dormir, le decíamos de alguna manera buenas noches, “buenas noches Benjamín”, “buenas noches José Ignacio”, “buenas noches Tomás” y así, y lo más divertido es que en cuanto el nombre salía verbalizado era como “mmmmm, no, siguiente por favor” o “yo tenía un amigo José y era demasiado carretero” o “el que me caía más mal en el colegio se llamaba Benjamín, veto”. Y así, el tiempo pasaba y no había nombre. Además, cualquier intento de ser original y ponerle algún nombre hipster, hippie o de viejo era vetado inmediatamente. El nombre ante todo debía ser lindo, con personalidad y que lo representara.

Hasta que un día, pasando la Navidad con la familia en el sur, estábamos en la casa de los papás de mi marido y empezamos a hablar de nombres para el pequeño, yo sugerí Emiliano, pero un perrito que vivía en nuestro antiguo edificio se llamaba así y mi marido vetó el nombre, seguimos intercambiando entre varios presentes todos los nombres imaginables hasta que mi marido dijo “Julián”, ese nombre es.

Yo no estaba tan segura al comienzo, Emiliano quería que ganara, pero comencé sin mucho pensarlo a hablarle a mi guata todos los días diciéndole “hola Julián, cómo estás?”, hasta que un día, en enero, mientras lo saludaba por su posible nombre, llegó la primera patadita y a pesar de no tener la confirmación de una ecografía todavía, ya estaba segura, sería hombre y se llamaría Julián.

Relacionados