La alimentación y hábitos saludables, mi responsabilidad como mamá, aunque cueste

Sí, yo también he sido esa mamá, soy esa mamá, que los ha llevado a comer comida chatarra a los patios de comidas del mall, que los ha premiado con comida, que los ha castigado “no comprándoles el helado o el “algo rico”, que los ha dejado ver televisión mientras comen algún picoteo. Sí, he sido y seguiré siendo esa mamá.

Porque no puedo cambiar el pasado, el cómo yo me relaciono con la comida, lo rico que fue probar mi primera papa frita y la hamburguesa gigante, cómo me premio con un helado hasta hoy, sea por una alegría o una pena, cómo me autosaboteo con la comida cuando sé que debiera cuidarme más para ojalá volver a mi peso pre-embarazos.

Tampoco puedo borrar la primera vez que mi hijo comió una papa frita o cuando lo llevé al mall a comer, o cuando no les ofrecí más brocolí porque lo odió con el alma.

Pero sí puedo, y lo estoy haciendo, cambiar activamente el presente y el futuro de mis hijos y de paso el mío, el de toda mi familia. Porque leer que nuestro país hoy tiene uno de los mayores niveles de sobrepeso infantil y obesidad adulta de Latinoamérica, según el último informe sobre el panorama alimenticio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO). Asusta, vaya que asusta.

Y acá otro dato, esta obesidad infantil tiene una mayor incidencia en niños menores de 5 años, o sea, es nuestra responsabilidad, no la de ellos el cómo se alimentan y van creciendo nuestros niños.

Por lo mismo, como primera medida desde hace meses, no más chatarra. Ahora si queremos papas fritas, las preparo yo, sin aceite, al horno y papas “de verdad”. ¿Otro ejemplo? Dulces y chocolates, en la semana no existen, salvo cumpleaños. Ya no hacemos más excepciones. Helados, una vez al mes y solo porque sí, por nada en especial. Activamente he dejado, desde hace meses, de premiarnos o castigarnos con comida. Era necesario para mí, y en el proceso, me di cuenta de que para mis hijos también.

Bebidas, tampoco, mi gran y único esfuerzo podría decir, nunca les he dado y nunca lo haré porque ya derechamente no les gusta la bebida. Podría sentirme la mejor mamá del mundo por este pequeño “triunfo”, pero no, porque yo sigo tomando bebida, entonces acá el esfuerzo aún no es completo.

¿Y en el día a día? Claro que me costó al principio, comer sano es al principio un gran prejuicio: que “saldrá caro”, que “no tengo tiempo”, que “hay que le ponen color”, eran algunas de mis frases con tan solo pensarlo.

¿Pero saben? Eran exactamente solo prejuicios, no es más caro, no es más tiempo, es solo un pequeño esfuerzo al comienzo y luego un gran hábito después. Ahora no me doy cuenta y estoy haciendo galletas, sí, galletas y queques y panes, voy a la frutería, hago menú para la semana y en el supermercado cerré el pasillo de los chocolates y las galletas. Pero para que pueda terminar con un “para siempre” tengo que seguir trabajando el hábito de alimentación más saludable todos los días, no un par a la semana. Es mi responsabilidad.

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