Por: - Octubre 23rd, 2017 - Sin Comentarios »

Alergias Alimentarias y su difícil comprobación, mi experiencia de mamá con una sospecha de APLV

El primer mes de mi primer hijo fue, a falta de un adjetivo menos catastrófico, horrible, lloraba todo el santo día y las noches eran maratones sin dormir. La lactancia, que en un comienzo fue exclusiva, pasó a ser mixta a partir del segundo mes y al partir con la fórmula, los cólicos se hicieron más fuertes, el llanto inconsolable aumentó y su pobre guatita parecía ser que tenía un festival adentro con tanto ruido.

Además apareció una tos, mocos y el reflujo se volvió muy difícil de manejar, pero como el pediatra de cabecera que hasta ese momento tenía nos decía que todo eso era “dentro de lo esperable” no seguíamos buscando explicaciones a todos estos síntomas, hasta que en una de sus cacas salieron unas pintitas de sangre, ahí le dijimos adiós al pediatra y comenzamos una peregrinación por distintos médicos.

Con todos estos antecedentes, uno de los tantos pediatras a los que lo llevábamos desesperados nos sugirió hacer una consulta con un inmunólogo para descartar una probable alergia a la proteína de la leche de vaca, pregunté entre mis conocidos y varios me sugirieron ir donde una doctora que por supuesto, al ser tan recomendada, no tenía horas hasta el año tres mil.

Cuando finalmente pudimos verla, el nivel de cansancio en nosotros era ya extremo y creo que comenzaba a hacer eco en nuestros ánimos por lo que la doctora partió por ordenar el cuento cambiando la leche por una fórmula elemental llamada Neocate (muy cara por lo demás pero había que darle no más), nos envío a hacer exámenes y me motivó a seguir dándole pecho pero siguiendo una dieta estricta sin lácteos.

Lo que no sabía en ese momento cuando dije “esto es fácil” es que un 90% de toda la comida tiene derivados de la leche, ya sea como colorante, preservante, aditivo, etc. Leer las etiquetas y aprender de cada componente de los alimentos procesados se transformó a partir de esta dieta en un trabajo.

Mientras hacíamos los exámenes comencé la dieta, en ese momento, año 2012, la información que se manejaba era todavía muy poca y no existían grupos de apoyo tan masivos como ahora se pueden ver en redes sociales. De hecho la fundación Creciendo con Alergias llevaba solo algún tiempo y porque pasé muchas noches en Internet buscando información di con una cadena de correos de un grupo de Google donde encontré el nombre de una conocida de mi época del colegio y la contacté para pedir orientación.

Con su guía y consejos di con recetas, con marcas de productos que no tenían derivados de la leche y pude hacer la dieta con relativo éxito por dos meses. Digo relativo éxito porque lo pasé pésimo no pudiendo comer nada más que un menú muy restringido y que se repetía todos los días. Me declaro aquí muy tentada para comer todo tipo de pastelería y otras cosas dulces y esto estaba ahora totalmente descartado, y el día en que me quería comer una papa frita (de las congeladas, no las hechas de la papa “natural”), aún lo recuerdo, no pude porque también tenían, tienen, leche y me enojé conmigo, con el mundo, con todos, menos con mi hijo que por lo demás, comenzaba a ganar peso, los cólicos habían disminuido considerablemente y su estado en general era cada vez mejor.

Los primeros exámenes y los nulos resultados:

Los resultados de los primeros exámenes dieron negativo a todo lo que se buscaba. La pediatra inmunóloga nos pidió cautela y volver a repetir en un mes más, mi hijo estaba por cumplir 4 meses y la leche de fórmula había pasado a ser una Nutrilón Pepti Junior hidrolizada, un poco más economice que la Neocate, lo que aliviaba el bolsillo. La dieta siguió por todo ese mes y al repetir los exámenes y no encontrar nada anormal, me levantó las restricciones alimentarias a mi y a mi pequeño por precaución cambió la leche a una Nan HA hidrolizada y una lenta introducción a la alimentación complementaria para evitar rebrotes de lo que siempre sonó más (su diagnóstico) a una inmadurez del intestino que a alergias.

No obstante, esto último no se puede comprobar y hasta hoy, que ya tiene 5 años, presenta episodios de alergias alimentarias reactivas, es decir, consume algún alimento e inmediatamente comienzan las molestias gastrointestinales, por lo que nuevamente hemos vuelto a consultar y en el día a día, tratamos de manejar las probables reacciones cuidando su alimentación, lo que no es nada fácil, porque hay veces en que él mismo se mide con los chocolates por ejemplo, pero hay días en que si puede comérselos, se los come y viene la reacción, pero luego otros días en que no pasa absolutamente nada.

Por eso, la sospecha de alergias alimentarias seguirá estando presente y si bien ahora es más manejable y cada vez menos frecuente, no podemos aún tener la certeza de un examen, solo la reacción, y esa incertidumbre, a veces es agotadora y te hace sentir horrible porque tienes que estar permanentemente encima de su alimentación y cuando piensas que todo está ok, que tu hijo puede comer de todo, resulta que no y así empieza todo de nuevo.