Por: - Enero 27th, 2014 - 2 Comentarios »

Cómo cambia la vida social después de tener un hijo

Cuando estaba en la universidad nunca pensé en ese típico momento cliché del “aprovecha este carrete porque no volverá”. No, más bien era como “ok, con qué seguimos el próximo lunes”, y esto porque a veces la parranda era de lunes a domingo. Excepto en época de exámenes, ahí era peor, porque después del claustro que significaba el estudio, ayayai! se venía la celebración de “pasé el ramo”, “me saqué un 4, vamos que se puede” y así, básicamente siempre había una ocasión para celebrar.

Luego comenzó la vida laboral, ahí, en modo ensayo y error quise hacerme la chora y carretear en los días de semana como si aun estuviera en la universidad, gran gran error, la resaca del otro día disminuía mi producción al 1 por ciento y por lo mismo decidí -luego de varios errores- no salir un día de semana, se guardaba todo para el fin de semana.

Y el tiempo pasó y vino el matrimonio y 9 meses más tarde el embarazo, con ello, las salidas se redujeron a casi nada, porque a nadie y soy enfática acá, a NADIE, le gusta ver a una mujer con panza en un bar o discoteque bailando, además, por más ganas que tengas, el cuerpo sencillamente no te da, por lo mismo, el pub se fue ahora a la casa, van tus amigos a verte y estás con ellos hasta las 12, porque a esa hora, cual Cenicienta, te vas rauda a tu aposento.

Ya con la llegada del pequeño a nuestras vidas el “carrete” no existió durante los primeros 3 meses, no hubo salidas, fiestas, cumpleaños, nada, a todo decíamos que no, y cuando en agosto, con Julián de casi tres meses, fuimos al cumpleaños de mi cuñada, aunque dejé leche materna guardada para que mi hermana le diera a mi hijo, la naturaleza me obligó a irme justo a las 3 horas de haber llegado a la fiesta, las que han pasado por esto sabrán a lo que me refiero, porque por mucha leche que te saques, a las 3 horas vuelves a producir y no se respeta nada aquí, tienes que o sacártela o ir a dársela a tu hijo, así de extremo, de lo contrario, las consecuencias no son nada de agradables.

Con el tiempo y a medida que el retoño ha ido creciendo y ya todo es más manejable, hemos tratamos de retomar la vida social pero no es fácil, algunos amigos ya se restaron completamente de nuestras vidas, simplemente porque no están viviendo lo mismo que nosotros (Espero porque sino lloro acá mismo) y en verdad los entiendo, yo me aburriría de escuchar a una mamá hablar de su guagua tooooodo el rato (sí, esa soy yo) y bueno otros, en nuestra misma situación, se han ido uniendo más porque hay temas en común y no es necesario hacer una introducción al “mundo guagua” cuando comienzas a contar algo.

No obstante, ya la vida social no es lo mismo, para salir hay que planificar con un mes de anticipación como si fueras a la guerra y por otro lado tienes que unir a todos tus santos y rogar con que tu mamá o hermana o cuñada no tengan planes para que puedan cuidar al crío y cuando por fin logramos salir, estás con un pie en el carrete y con otro en tu casa enchufada al whatsapp, viendo cada cinco minutos si comió, si se durmió y si está todo ok.

Aún así, con todo, este carrete llamado maternidad ha sido lejos el mejor y el más inolvidable de todos 🙂