Especial Día de las Madres: Seamos las madres que queremos ser y no busquemos la perfección

Somos madres desde ese primer día en que sabemos que estamos embarazadas, es precisamente en ese minuto nuestra existencia da un giro inesperado en el que esa pequeña vida que llevamos dentro, pasa a ser lo primordial, lo único relevante y lo más importante. Desde ese momento comenzamos a tomar nuestras decisiones en base al cuidado de un otro. Dejo de ser yo lo primero y pasa a ser lo principal el bienestar y la felicidad de mi hijo. Desde ese día se inicia un camino de alegría y compañía y también de fuertes aprendizajes y cuestionamientos.

Somos madres porque sentimos que ese hijo se merece lo mejor de nosotras mismas, porque sabemos que somos responsables por otra vida y entonces la felicidad de ellos se transforma en nuestra bandera de lucha, cualquiera sea esa barrera que se interponga en nuestro camino. Ser madre significa cambiar “mi” camino por un “nuestro”, y entonces, siempre en cada decisión que tomamos aparecen nuestros hijos.

Somos madres y nos volvemos vulnerables y frágiles, no podemos ni siquiera imaginar lo que significaría perder a nuestro hijo. Su sufrimiento se transforma en el nuestro, su llanto son nuestras lágrimas y su enfermedad se transforma también en nuestra dolencia. Y si bien, sabemos sacar la fortaleza para poder acompañarlos en ese camino de dificultades, en el fondo de nuestro ser estamos sufriendo con ellos. El inmenso amor a nuestro hijo nos hace personas más vulnerables, porque nunca habíamos sentido ese amor que a ratos nos inunda.

Somos madres porque dedicamos nuestra vida a su vida, porque queremos que sean personas felices, completas y buenas. Ofrecemos todo nuestro esfuerzo y tiempo para poder llevarlos por ese camino de la vida, a ratos duro. Nuestra primera prioridad se transforma en cuidarlos y en estar para ellos en todo momento. Sin embargo, a ratos me cuestiono ¿Cuánto de esto puede ser incluso a veces perjudicial para él o para mí como mamá?

No puedo dejar de expresar que cuando somos madres nace esta sensación que finalmente nuestra vida gira en torno a ellos. Sin embargo soy una convencida que como madres debemos equilibrar ese cuidado a nuestros hijos. ¿Por qué? La respuesta es bastante simple: si no soy capaz de cuidarme a mí misma, no podré cuidar a otro. Y si bien nuestros hijos necesitan de madres presentes, cariñosas y contenedoras, no podré ser eso que ellos necesitan si no busco aquello que a mí como persona me hace estar bien.

Parte de las decisiones que tomamos como madres siempre están basadas en el bienestar de nuestros hijos, queremos poder entregarle a esa madre que siempre está disponible para aquello que necesitan. La noticia es que esa madre no podrá existir, si no escucha sus propias necesidades. Una madre que no piensa en ella, que no busca estar mejor, que no decide hacer eso con lo que vibra, probablemente estará presente con sus niños en todas las situaciones necesarias, pero que quizás estará con rabia o pena de no poder estar haciendo aquella otra cosa que también la hace feliz.

Ser madre significa aceptarse también como seres imperfectos que somos, como progenitoras que buscamos entregar lo mejor de nosotros, pero que en ocasiones no sale o no resulta. Somos madres con infinito amor para darles a nuestros hijos, pero también somos mujeres que nos cansamos, que se nos acaba la paciencia, que queremos escapar a ratos de la maternidad. Soy una convencida que a ratos es saludable escaparse de ella y que eso también es cuidar y amar a nuestros hijos.

Aceptarse como personas y mamás imperfectas, intentar dar nuestro mejor esfuerzo, y por sobretodo no olvidar que para poder amar y cuidar a otro, tengo que amarme y cuidarme a mí misma, son los secretos de la maternidad que nadie comenta. Dejemos los juicios de aquello que te hace una “buena madre”, toda mujer que está entregando lo mejor de ella misma para amar a sus hijos, simplemente eso la hace una “buena madre”…..todas lo hacemos de distintas maneras, lo importante es poder aceptarse en lo que somos como personas y también como mamás.

Cada mamá se define a ella misma en lo que puede entregar, yo no soy la mamá perfecta, no me gusta jugar con mis niños, no hago galletas los días de invierno y no subo el cerro los fines de semana. Si soy una mamá de piel, que los abraza y les dice miles veces al día cuanto los quiere, que se instala a ver una película toda la tarde con ellos, que los ayuda con las tareas aunque sea una tortura, que les muestra sus fortalezas. Soy una mamá que conoce sus “no” y sus “si”, y no intento ser una mamá que no puedo ser o una persona distinta, simplemente porque eso no me hace feliz y por ende no hace feliz a mis niños.

Seamos las madres que queremos ser, pero decidamos conscientemente cuáles son esas cosas que puedo entregarle a mis hijos y que nos hacen felices a los dos. No nos castiguemos a nosotras mismas por eso que no hacemos, miremos eso que sí hacemos, aceptémonos y querámonos como las madres que somos, como esas madres que nosotras mismas hemos construido de nosotras y disfrutemos. Si gozamos descubriremos el goce en nuestros hijos y finalmente les estaremos entregando nuestra mejor versión de nosotras mismas, esa que nace del conocerse, aceptarse y mirar nuestras necesidades.

Por María José Lacámara, psicóloga clínica infanto juvenil con más de 10 años de experiencia atendiendo a niños, adolescentes y sus papás. María José es además mamá de tres niños maravillosos de 10, 8 y 4 años.

Pueden visitar su sitio web: www.joselacamara.wordpress.com y suscribirse para seguir sus actualizaciones, también en sus redes sociales, está constantemente publicando sus artículos y escritos en la página de Facebook: Jose Lacamara: Abriendo miradas y su cuenta de Instagram: @Joselacamarapsicologa